Muchos pueblos del mundo, algunos incluso muy lejanos entre sí, poseen leyendas similares acerca de pequeños habitantes de la naturaleza. En ellas, cuentan que son personajes que miden apenas medio metro, tienen el rostro arrugado, los ojos brillantes y la nariz un poco larga. Su vestimenta puede ser de muchos colores, aunque sus preferidos son el verde y marrón. Llevan también cinturones con grandes hebillas y algunos también usan sombreros o gorros de color rojo. También se dice que les encanta beber jugos de fruta, vinos y cerveza. Se caracterizan además por ser buenos cocineros, carpinteros y zapateros. Durante la Edad Media, el alquimista Paracelso, nombró a estos seres como “elementales” debido a que su función era custodiar los elementos de la naturaleza. De la misma forma, los clasificó de acuerdo al lugar en el que vivían. Hay muchas maneras de nombrarlos, por ejemplo: elementales, gente pequeña, espíritus de la naturaleza o geniecillos. Pero el nombre que se les da, en general, cambia dependiendo la región. En Inglaterra se les conoce como “goblins”, en España, Francia e Italia como “trasgos”, en Canadá como “gnomos”, en Holanda, Irlanda, Suecia y Escocia como “elfos”, en Alemania como “trolls” y finalmente en México como “chaneques", "aluxes" o "balames”. En este libro, hemos decidido llamarlos “duendes”. En México, existen leyendas y cuentos tradicionales que tienen como protagonistas a estos seres y se dice que en Huasca de Ocampo, los duendes se dejan ver debido a que es un pueblo mágico, abundante en ríos, bosques y minas.