“Ella” es un descenso implacable al corazón de lo desconocido, ambientado en las aguas del Caribe de 1565, en una época devorada por la conquista, los secretos enterrados y una ambición tan voraz que corrompe la esencia misma del alma. En aquel lugar, Castilla y la Corona no solo gobernaban: dominaban con puño de hierro cada palmo de tierra. En una isla olvidada por los mapas. Una isla marcada por antiguos pactos de sangre, se teje una conspiración silenciosa, cuyo objetivo no es dominar, sino despertar lo innombrable. Lo que parecía una misión ordinaria se transforma rápidamente en una pesadilla viva: una lucha por conservar la cordura, por distinguir la verdad del delirio, por escapar del aliento putrefacto de algo que acecha bajo tierra. Dos almas se encuentran en el abismo, ¿azar o sacrificio deliberado? Allí, en la penumbra, sellan una alianza tan frágil como imprescindible. Una amistad nacida del vértigo, arrastrada por las corrientes oscuras de lo desconocido. El hambre, el miedo y el dolor se convierten en sus únicos compañeros, testigos silenciosos de una travesía que los despojará de todo, salvo de la voluntad de resistir. Brujería ancestral, rituales empapados en sangre y presencias deformadas por el tiempo y el odio guían cada paso de los protagonistas, quienes se internan en mangles que susurran en lenguas muertas, costas donde la marea arrastra huesos y paisajes donde la realidad se quiebra como vidrio bajo presión. Cada revelación no los acerca a la salvación, sino al despertar de una entidad que jamás debió ser perturbada. La historia de dos brujas que se conocen por azar. “Ella” no es solo una historia. Es una maldición disfrazada de relato, una tormenta de pesadilla que se avecina con ojos vacíos y promesas de horror. Una advertencia. Un eco. Una invocación. Lo que parecía algo frágil, ya no lo es. Al principio, apenas se sostenía: una presencia tenue, casi quebradiza. Pero algo cambió. Sin que nadie lo notara, empezó a endurecerse, a tomar forma. Ahora, lo que antes temblaba con el viento, permanece inmóvil incluso bajo la tormenta. Y lo más inquietante, es que nadie sabe cuándo ocurrió. Solo que ya es demasiado tarde. -F.Asmar Soriano