La gestión de lo inesperado, en realidad, demanda una alta dosis de vulnerabilidad , la cual requiere un elemento crucial denominado disciplina . Esto me remite inmediatamente a un recuerdo en particular. Era un cálido [+47 C] en Qatar y el sol acariciaba mi rostro, en esos momentos me adentraba en los intrincados procesos de arranque de una planta de gas. Era un momento singular, una oportunidad para colaborar con Yokogawa, una destacada compañía especializada en sistemas de control. En medio del bullicio y la emoción del proyecto, conocí a un hombre llamado Mohamed Suleiman, cuya sabiduría y perspicacia me dejaron una profunda impresión. Fue durante nuestro diálogo sobre la importancia de la disciplina operativa y el factor humano en este complejo proceso que Mohamed Suleiman y yo entablamos una conversación de gran trascendencia. Los procedimientos operativos y la cultura organizacional se entrelazaron en nuestras palabras, como si fueran los hilos meticulosamente tejidos de un tapiz. En un momento de sincera reflexión, sus labios pronunciaron una frase que resonará en mi ser por el resto de mis días. "Charly", dijo, con una mirada profunda y un tono de voz que transmitía una experiencia enriquecida, "siempre debemos considerar, por defecto, que somos humanos. Y los humanos, aunque dotados de inteligencia, rara vez se caracterizan por su disciplina". Sus palabras se posaron en mi espíritu como una brisa fresca en un día de verano, invitándome a contemplar la naturaleza intrínseca de nuestra humanidad. Aquella simple declaración encerraba una verdad trascendental, una que va más allá de las innumerables fórmulas y teorías que inundaban mi mente académica. Era un recordatorio oportuno de que, a pesar de nuestros logros intelectuales, somos seres propensos a la complacencia y la inconstancia. Era un llamado a honrar nuestras capacidades cognitivas mediante la disciplina y el rigor, ya que solo así podríamos alcanzar la tan anhelada excelencia. El encuentro con Mohamed Suleiman fue un punto de inflexión en mi trayectoria profesional. Sus palabras se convirtieron en un faro de sabiduría que iluminó mi camino y me instó a mirar más allá de las limitaciones inherentes a nuestra naturaleza humana. Desde entonces, siempre he recordado sus enseñanzas, aplicándolas tanto en mi trabajo como en mi vida cotidiana. Ese día en Qatar, mientras el sol doraba el horizonte y el viento susurra secretos en mis oídos, comprendí que la disciplina operativa y la conciencia de nuestro factor humano son fundamentales para el éxito en cualquier empresa.