This overwhelming novel, which enshrines Rita Indiana as narrator, contains many layers and fascinating twists. The story begins in the apartment of saint and advisor to the Dominican President, Esther Escudero, better known as Omicunlé. His young maid, Alcide Figueroa, whom Esther helped leave a life of prostitution, is about to become plagued by the past, present and future. Including deities that inhabit the Caribbean Sea, political interests, Goya’s prints, gender reassignment and numerous plot twists, few other works of fiction speak of contemporary art as precisely as La mucama de omicunlé. Esta apabullante novela, que supone la consagración de Rita Indiana como narradora, tiene tantas capas de lectura y tantos giros fascinantes que rehúye toda síntesis, todo encorsetamiento. Es más, sólo cabe una invitación entusiasta a la lectura por parte de los editores. Aunque para los que prefieran algunas claves, he aquí un resumen: la historia arranca en el apartamento de la santera y asesora del Presidente dominicano Esther Escudero, llamada también Omicunlé desde que, en un rito afrocubano, se convirtiese en servidora de la diosa del mar Yemayá. Su joven mucama, Alcide Figueroa, a la que Esther ha apartado de la prostitución gracias a la colaboración de otro personaje fundamental, Eric Vitier, está a punto de vivir una historia de pasados, presentes y futuros vertiginosa y, por momentos, aparentemente imposible más allá del relato. Las deidades afroantillanas que habitan el mar Caribe, la música tradicional y la música electrónica, el sexo en todas sus formas (incluso el cambio de sexo), los bucaneros del siglo XVII o los grabados de Goya son otros de los cimientos sobre los que se alza este texto lleno de intrigas y deseos, lleno de aristas y de falsas certezas. Lleno también de tramas y subtramas; de esos intereses políticos, es decir, públicos, que suelen pasar por muchas novelas del presente de un modo inane. Pocas ficciones hay que nos hablen del arte contemporáneo con tanta precisión como La mucama de Omicunlé, pocas también que nos hablen así sobre la contaminación de los mares y océanos; por citar dos de los asuntos que Indiana aborda aquí. Pero en todo momento con una sutileza que rehúye el adoctrinamiento o el cinismo postmodernos para nunca alejarse de lo que es simple y puramente necesidad y vida. Ya lo decíamos al principio: apabullante. «Literatura flow, de lectura sincopada, fraseo de poesía callejera, cadencia de merengue anfetamínico y un extraño sabor a poesía beat tamizada por el filtro del realismo mágico» (Xavi Sancho, El País). «Una novela a la que le sobran méritos para entrar al Olimpo sabroso del grotesco caribeño, al lado de obras memorables como El Palacio de las Blanquísimas Mofetas, de Reinaldo Arenas, o La guaracha del Macho Camacho, del puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, que se deja sentir como uno de los Orishas tutelares en este libro. Lo justo, sin embargo, sería ampliar el círculo al resto de América Latina para incluir a Andrés Caicedo, Manuel Puig, Luis Britto García o Copi, autores con los que Papi comparte procedimientos, técnicas y sensibilidades. Una voz poderosa, melódica y versátil que pone en marcha una especie de fenomenología des-subjetivada de la experiencia del consumo en una sociedad marcada por la bonanza narco de finales de los ochenta y principios de los noventa, en desreguladoras el neoliberalismo más cutre que se aplicaron en la región» (Juan Sebastián Cárdenas, Quimera). «Rita Indiana construye en Papi un edificio narrativo con la cadencia del merengue y la mirada de un niña solitaria que podría ser un cruce entre Cien años de soledad y Misery, y que acaba siendo una novela pop, ya que homenajea la cultura popular, pero no sólo la latinoamericana sino también la norteamericana» (Laura Fernández, El Mundo). En 2013, Periférica publicó la última novela de Rita Indiana hasta hoy, Nombres y animales: «Un personaje femenino muy bien sostenido por esa mirada adolescente donde el hastío y el asombro, la exaltación y la tristeza, la sensualidad y el pasmo se suceden en una danza cuyo ritmo nunca afloja» (Rodrigo Pinto, El País). «La escritura de Rita Indiana es tan difícil de clasificar como arduo sería describir una puesta de sol sin estar autorizados a utilizar más colores que el blanco y el negro. El centro de la coralidad novelada de Nombres y animales lo ocupa una adolescente cuyos padres se han marchado a pasar el verano a Europa; adolescente que, al tiempo que va llenando una libreta en busca de un nombre al que responda un gato callejero que pretende acoger, da sus primeros pasos en la vía de dirección única de la educación sentimental» (María Teresa Lezcano, Sur). «Hay muchos modos de dar cuenta de la realidad y muchos de ellos, además de estériles, se revelan generadores de atroz aburrimiento. No figura entre ellos el de la dominicana Rita Indiana. Para Indiana, contar el Caribe es, en primer lugar, dar rienda suelta a todos los lenguajes que lo re