Una vez entramos por la puerta estrecha nos damos cuenta de que el camino angosto sólo tiene un sentido. El cristiano camina hacia el frente sin mirar atrás. Nuestro peregrinaje terrenal es una senda de crecimiento y madurez hasta llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. El crecimiento, por tanto, es siempre pertinente y necesario, indispensable para la vida cristiana, y en ese progreso es necesaria una sincera dependencia de la Gracia. El Señor Jesús ya nos enseñó esta verdad cuando de forma tierna nos dijo que Él es la Vid, y nosotros los pámpanos. El racimo no tiene vida en sí mismo y depende desesperadamente de la vid para recibir de su sabia fresca constantemente… Del mismo modo, tú y yo necesitamos cada día estar cerca de Jesús y escuchar con atención Sus Palabras de vida.