¡Cuántos días inútiles! Días llenos de historias, demasiadas historias turbias. Historias incompletas, apenas iniciadas e hinchadas ya como una vieja madera a la intemperie. Historias demasiado oscuras para mí. Su olor, que era el podrido olor de mi casa, me causaba cierta náusea... Y sin embargo había llegado a constituir el único interés de mi vida. Poco a poco me había ido quedando ante mis popios ojos en un segundo plano de la realidad, abiertos mis sentidos sólo para la vida que bullía en el piso de la calle Aribau. Me acostumbraba a olvidarme de mi aspecto y de mis sueños. Iba dejando de tener importancia el olor de los meses, las visiones del porvenir y se iba agigantando cada gesto de Gloria, cada palabra oculta, cada reticencia de Román. El resultado parecía ser aquella inesperada tristeza. Carmen Laforet (Barcelona, 1921 – Madrid, 2004) vivió de los dos a los dieciocho años en Las Palmas de Gran Canaria. En 1939 regresó a su ciudad natal para estudiar Filosofía y Letras. Tres años después se instaló en Madrid, donde escribió Nada, con la que obtuvo en 1945 el Premio Nadal en su primera convocatoria y se convirtió en la revelación de la narrativa española de posguerra, abriendo nuevos horizontes literarios. En la siguiente década produjo gran parte de su obra: numerosos artículos, cuentos y novelas cortas, además de La isla y los demonios (1952) y La mujer nueva (Premio Menorca en 1955 y Premio Nacional de Literatura en 1956). En 1963 publicó La insolación, primera parte de una trilogía inacabada titulada Tres pasos fuera del tiempo, cuya continuación, Al volver la esquina, publicó Destino tras su fallecimiento en 2004.