Oraciones a la Virgen de la Medalla Milagrosa. Plegarias, Novena, Coronilla Rosario y Letanías. Esta obra se presenta con un elegante diseño en un práctico formato de bolsillo para facilitar su uso, impresa sobre papel crema con tipografía mejorada amistosa con la lectura para prevenir el cansancio de la vista. Mucho se lamentó la Santísima Virgen cuando se apareció a Santa Catalina Laburé de todas las gracias celestiales que no llegaban a nosotros simplemente porque no se las pedíamos. Pedir, pedir con insistencia, pedir con confianza es uno de los mensajes principales que nuestra Santísima Madre nos transmitió en sus apariciones en Rue du Bac de París. No cabría mejor adelanto. la Santísima Virgen escogió en el año 1830 a esta joven novicia de las Hijas de la Caridad para transmitirnos su mensaje y ordenar que se acuñara la que conocemos como: La Medalla Milagrosa. Esta joven permaneció en el más estricto anonimato hasta que tuvo que hacer memoria de cuanto vio y vivió estando ya próxima su muerte, a pesar de que pudo haber tenido un gran interés el hecho de que oyera la llamada de su vocación de boca del Propio San Vicente de Paul, o que recibiera el don de poder ver materialmente a Jesús en la Eucaristía durante su etapa de noviciado. Pero ella, hija de una familia de diecisiete hermanos, huérfana a los nueve años, tras haber experimentado grandes dificultades para consagrarse a Dios, como la negativa de su padre, poco honor quería de un mundo en el que tantas alegrías recibió de sus palomas y de sus vacas, al que vino a trabajar duro antes y después de su consagración, donde se entregó de por vida a Dios en el servicio a los enfermos, definiendo su encuentro con María, que le permitió descansar sus manos en su regazo, como: “Los momentos más dulces de mi vida”. Muchos santos fueron grandes devotos de la Virgen de la Medalla Milagrosa, a muchos de ellos hacemos referencia en este libro, destacando al Padre Kolbe, mártir de la Caridad en Auschwitz, San Juan Pablo II, Santa Teresa de Calcuta, o aquel clérigo que abandonó el anglicanismo para llegar a ser Cardenal de la Iglesia Católica, San John Henry Newman, hoy tan popular entre los fieles por la fuerza y claridad de sus escritos. Todos ellos, y tantos otros, siempre supieron pedir con insistencia y confianza, y siempre desearon acudir al lugar al que la Virgen convocó a Santa Catalina Laburé, a los pies del altar, junto al Sagrario, en el que su Hijo Jesús nos espera oculto en el Sacramento de la Eucaristía para darnos el mayor don que en este mundo podremos recibir: A él en persona.